El ataque sistemático
de Chávez y la anti política contra los partidos y la dirigencia política ha
sido fuente de la desaparición de muchos partidos e incluso de la no participación
de los mejores ciudadanos en ellos.
Podemos entender que
los partidos son consustanciales a la democracia, pero, ¿cuántos líderes de
partidos asumen su relevancia e importancia para la formación democrática de
sus ciudadanos?
Muchos líderes están al frente de los
partidos porque otros muchos con mejores cualidades los abandonaron o dejaron
de participar en ellos, eligieron abstenerse de la política o vieron inútil
continuar la lucha en esos espacios.
Asomarse a un partido
es encontrarse muchas veces con dirigentes envejecidos, no tanto físicamente
sino lo que es peor, en ideas, lideres que no actúan hasta recibir una línea,
que solo convocan la militancia para impartir órdenes, no para discutir,
partidos unidireccionales, que desaprovechan la oportunidad de conocer de boca
de sus dirigentes de base lo que sucede y llevar como una cadena de trasmisión “hasta
el cogollo” lo que sucede en el ultimo rincón del país.
Lideres que acumulan
seguidores en las redes sociales para hablarles pero siguen a muy pocos, casi
dando a entender que quieren ser oídos pero no consideran necesario escuchar a
quienes dicen o asumen liderar.
En algunos partidos
hay una camada de lideres jóvenes en edad pero con las mañas de la vieja
política, que asumen la conducción del partido para “apoderarse de la tarjeta”
con el convencimiento que desde esa posición impondrán “su” candidatura ante
cualquier evento y que gracias a la polarización, que obliga a una ciudadanía
ajena a estas interioridades y que vota “en contra” y no “a favor”, a tragarse
cualquier candidatura sin mucho análisis ni comparación.
Hoy pareciera que la ciudadanía
hace rato sobrepasó a su liderazgo, las redes sociales, las conversaciones, el
desgano o la critica parecen demostrarlo cada día, pero ese liderazgo
acostumbrado a verse el ombligo, a conversar solo entre “lideres” semejantes no
lo ve y hace sentir a esa ciudadanía, exigente y madura en civilidad, cómo
huérfanos de guía o sin rumbo.
Nuestra madurez cívica forjada a la luz de
una lucha de 16 años ya exige un trato como ciudadanos, no necesitamos
construir un nuevo líder épico o mesías salvador, no queremos una gesta
emancipadora ni un Cid, queremos organizaciones y líderes que respeten nuestra opinión,
que la valoren, y que en función de ella construyan soluciones, 16 años enseñaron
que dejar en un solo hombre la solución de nuestros problemas es un desgracia.
¿Cómo salir de esta
pesadilla con este liderazgo precario? Quizás es hora de que los ciudadanos nos
organicemos, nos reunamos en torno a ideas más que en torno a un “líder o
partido”, nos reunamos a ”pensar” nuestra comunidad, nuestro municipio, nuestro
país, debemos enseñarles a quienes hoy dirigen los partidos que el venezolano
no es un poblador, es ciudadano, que asume derechos y deberes y exige de su
liderazgo un trato “de igual”, no de “súbdito” y que más temprano que tarde renovará
sus partidos o creará nuevos, debemos “invertir” el trato y ser nosotros los que acudamos a los
partidos cuando haya elecciones e imponerles liderazgos y “usarlos” hasta que
no se renueven cómo lo que son hoy, maquinarias electorales que solo se activan
en elecciones, hay que hacerles entender que la democracia está en nuestro ADN
y si 16 años de totalitarismo y polarización no pudieron “mutar nuestros genes
libertarios” mucho menos lo hará la mediocridad de un liderazgo, arrogante, soberbio,
interesado, manipulador, autosuficiente, no preparado y ciego.